Hace pocos años trabajé con un paciente al que recibí para hacer unas consultas puntuales de Brainspotting, para “probar el método”. El acuerdo era trabajar juntos tan solo cuatro sesiones, y desde el comienzo vimos que tenía varios temas en su vida con los que no se sentía bien, comentándome que como síntoma, tenía grandes dificultades para conciliar el sueño, y sensaciones en la noche que se asemejan a los terrores nocturnos, tan comunes en la infancia.
Las sesiones eran muy “intensas”, con activaciones muy fuertes, con sensaciones de asfixia, aplastamiento, y a mí me transmitían una sensación muy fuerte de muerte. Mis sospechas tenían que ver con alguna vivencia de abuso o maltrato muy severo, y al final de nuestra tercer sesión, le comento que (lo habitual al recibir un paciente es recolectar información y armar una historia clínica, pero en este caso el paciente estaba en tratamiento con un colega, y el pedido era tan solo probar la técnica) mi sensación era que estaba procesando alguna situación traumática intensa, a lo que el paciente me dice que no se da cuenta… le hablo de posibles situaciones y dentro de los ejemplos que le doy le digo un accidente. Ante esto, relata un accidente (del que no daré detalles para cuidar su identidad) de características realmente cinematográficas, donde su vida se salvó de milagro, con una asfixia que lo llevó al borde de la muerte, y plena consciencia de su parte.
En aquel accidente, ocurrido 16 años atrás, él quedó físicamente atrapado en una situación asfixiante, y ejerció un control mental férreo que lo mantenía “agarrado a la vida” hasta que en un instante sintió perderla, momento en el que una persona se percata de su situación. Ante un “Flaquito aguantá que te voy a sacar de ahí”, él logra de alguna manera retomar la lucha interna por vivir. Esta parte del relato me emociona especialmente, porque el trauma (y en este caso hasta podemos llevarlo al extremo de la muerte) ocurre en soledad, ocurre en parte porque no hay otro que me acompaña…y parte de la magia de lo que ocurre cuando reprocesamos trauma con los pacientes, es ese acompañamiento, sin juzgar, desde la mirada empática y amorosa, que le devuelve al otro una mirada autocompasiva.
Con solo una sesión en la que pudimos poner en palabras todo esto, el alivio experimentado, y la reducción de los síntomas fue asombrosa. Este caso me ha causado mucha felicidad, me siento muy honrada de poder participar en este proceso de cura, fueron 16 años sufriendo a causa de este evento, y rápidamente este paciente fue recuperando su calma, saliendo de la sensación de estar en peligro permanente, al borde de la muerte.
Espero hayan disfrutado entrar conmigo al consultorio ¡Un abrazo a todos y cada uno!