Hoy me desperté recordando el ensayo del coro de ayer. Volvimos a cantar una canción que teníamos “empolvada” hacía meses, y salió muy bien. Cuando tomaba clases con mi profe (gracias Adrian Soiza (@adrisoiza) por hacerme desafinar con menos certeza!) pude apreciar este raro fenómeno, y lo pusimos en palabras, él explicó algo así como “cuando dejás una canción pendiente un tiempo, es como si siguiera madurando en tu interior”. 

Cada tanto en la consulta re aparece un paciente que no veo hace tiempo, y ocurre el mismo proceso, que tiene algo de magia. Si bien al darles el alta hago mucho hincapié en que aunque siempre voy a estar a disposición para ellos, es bueno probar otras terapias, conocer otros métodos y otros terapeutas, ocurre que a veces con el tiempo el paciente decide volver, y es cuando puedo constatar que ocurre lo mismo que con las canciones que no se cantan hace tiempo.

Esto que percibio va más allá de lo lógico que ocurre en la vida de las personas, las dejas de ver y atraviesan experiencias que los van marcando y haciendo madurar. Puedo ver estos chispazos en cuando por ejemplo traen algún concepto que trabajamos en terapia, pero completamente “adueñados” de ello. Suelen ser incluso procesos bastante más acelerados y nutridos que en nuestras instancias anteriores, y es algo que disfruto especialmente. 

Tenemos en mente una cuestión extraida de la consulta médica, en que el paciente trae una dolencia, y una vez que la sana, esta “de alta”. En Psicoterapia las cosas ocurren de manera diferente, si bien evaluamos la demanda inicial (una pregunta que nunca dejo afuera en mi primer consulta con un nuevo paciente es “que te queres llevar de este proceso? que te gustaría cambiar en tu vida para sentir que fué lo que esperas?”) cada paciente y cada proceso es una “caja de pandora”, y nunca sabemos a ciencia cierta que aguas vamos a navegar juntos. Hay procesos “redonditos”, una consulta por un tema puntual (como cuando ocurre un suceso de Trauma Reciente, si no reviste complejidad), pero en general vamos re definiendo juntos el alcance y duración de la terapia.

En lo personal, respeto mucho cuando un paciente quiere finalizar, aunque yo entienda que debería seguir, tengo algún recuerdo de mis propias terapias y el tiempo me ha demostrado que no solo es importante que haya elementos para trabajar, sino que la persona debe sentir que es su momento de hacerlo. Cuando finalizamos de esta forma, tarde o temprano suelen volver, o comentarme que han empezado otra terapia, lo que me causa alegría, porque de eso se trata, respetar los modos y tiempos de cada uno.

Al terminar el proceso conversamos de que no se puede aplicar el criterio de “alta médica”, que los procesos de vida personales pueden re abrir la necesidad de consultar, y que cuanto más rápido se haga, mas efectivo y con menor sufrimiento psíquico será. Hay personas que tal vez nunca más en su vida tengan la necesidad de consultar, y siempre es bueno hacerlo cuando realmente se está disponible para volver a encaminar un proceso de este tipo. Me pasa a veces que los pacientes no quieren dejar el espacio, y vienen (tengo algunos en esa situación en este momento, y disfruto muchísimo el encuentro) cada un mes, y hacemos una especia de revisión, en la que siempre estamos trabajando.

Porque la terapia se va construyendo como un tejido, hecho de hilos de risas, de llantos, de silencios, de sensaciones corporales, tantos hilos tan diversos, algunos visibles, otros invisibles, algunos más pesados y otros más sutiles. Como la voz que canta, una vibración que resuena, y que con el tiempo, se va volviendo más habilidosa, ampliando el registro, afinando y mejorando en el ritmo. Y que lindo cantar de a dos o en grupo! se van acompasando esos hilos invisibles que nos conectan y nos nutren. Espero hayan disfrutado estos pensamientos, ¡un abrazo a todos y cada uno!

Leave a Reply